Un ejemplo: Durante los 10 años anteriores al mandato de Pere como Director de la DGT, las cifras de muertes en tráfico eran iguales: unas 5500 muertes/año. Pere Navarro impulsó el aumento de sanciones y, a los 2 años de mandato, el carnet por puntos. La gráfica oficial muestra un clarísimo descenso de muertes durante esos 8 años.
Suelen decir que los coches y carreteras son mejores y es verdad, pero también hay más coches lo que debiera aumentar la siniestralidad por otra parte. No es posible atribuir estadísticamente tal clarísimo y significativo descenso justo en esos años a una evolución tecnológica o de infraestructuras.
Es un ejemplo de muchos.
Las sanciones son el método más efectivo para hacer cumplir las normas. La permisividad genera una falsa apariencia de evitación de problemas, ya que castiga con comportamientos incívicos y con inseguridad a todas las personas que siguen las normas.
Ante una multa la respuesta clásica es «Van a recaudar». La realidad es que la recaudación por multas es ridícula y realmente podría ser muchísimo mayor si hubiese dicha voluntad. Además, desde 2009, la disposición adicional 3ª de la Ley 18/2009 en su Anexo IV obliga a destinar las sanciones a seguridad vial, prevención de accidentes y ayuda a las víctimas.
El importe de las sanciones económicas obtenidas por infracciones a la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial, en el ámbito de la Administración General del Estado, se destinará íntegramente a la financiación de actuaciones y servicios en materia de seguridad vial, prevención de accidentes de tráfico y ayuda a las víctimas.
Boletín Oficial del Estado: www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2009-18732
Otros argumentos habituales dicen: «Cada persona tendría que ser responsable» o «La policía no está para educar», «Yo controlo y puedo ir rápido». La realidad es que, sin respuestas coercitivas no hay cambio de actitudes y hay muchísimos ejemplos.
Entendemos que es un trabajo duro para la policía ya que, casi siempre, tienen que soportar una letanía de excusas y quejas repetitivas, siempre antes de reconocer una mala acción. Las sanciones dan mala imagen a la policía y enturbia todo el resto de actuaciones de servicio que son mucho más valoradas. Por eso es un servicio público que pagamos y para eso son parte de los impuestos, para tener ese servicio duro que, si no existiese, generaría un caos y falta enorme de seguridad.
Estas sanciones no son necesariamente cuantiosas. Incluso pueden ser apercibimientos sin sanción, pero lo importante es que sean continuas, para que demos por sentado que incumplir unas normas lógicas que nos protegen, no se puede hacer.
Pensemos en esa persona a la que han sancionado porque acaba de saltarse un semáforo o porque iba con exceso de velocidad o mirando el móvil o haciendo una pasada casi rozando a una bici o patinete, etc. Lo más probable es que suelte toda esa liturgia clásica de excusas. Todas, salvo reconocer que, si otra persona hace lo mismo, es posible que sea su hija pequeña o su madre o ella misma pueda ser víctima de un atropello, acoso o incluso la muerte.
Nadie se espera que un coche se salte un semáforo en rojo; directamente cruzas. Nadie se espera que un coche te aparezca de repente en una rotonda a gran velocidad. Tú igual controlas, pero hay más gente en el mundo que esperan comportamientos normales. Si alguien zigzaguea entre los coches para ganar tiempo no es porque controle más, es porque los demás siguen las normas y puede hacerlo.
En esto, y en casi todas las situaciones de la vida, se aplica un principio básico para saber si algo que hacemos está mal o bien hecho: «¿Qué pasaría si todas las personas hiciesen lo mismo que estás haciendo tú?».
Paralelamente a las sanciones, tiene que ofrecerse una educación ya desde la escuela, que es la base de las futuras personas conductoras. Es una inversión a largo plazo que, normalmente, no tiene gran atractivo político, más fijado en el corto plazo.
En todo caso, podemos tomar como ejemplo la variedad inmensa de campañas que ha realizado la DGT a lo largo de su historia (duras, apelando al autocontrol, a la pena, a la familia, a la muerte,..) sin que nada haya sido efectivo hasta la llegada del mayor cambio: las sanciones y, sobre todo, el carnet por puntos.
Las líneas de sanciones y siniestralidad son inversamente proporcionales. En los inicios de la democracia, había 6.500 personas muertas en la carretera. Ahora estamos en 1.800 (en el año 2018). La inversión grande se produjo en cuanto se aplicaron las sanciones.
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